Me gustaría mucho saber qué es lo que llevó a Tomoya Aki, principal protagonista de Saenai Heroine no Sodatekata (o Saekano), a hacer semejante aseveración. No es extraña en un personaje como él –otaku declarado y activo–, pero creo que esconde una experiencia que va más allá de su fascinación por lo animado. Y eso está muy relacionado con su coprotagonista, Megumi Katō.
Saekano es la historia de Tomoya: un otaku que, a partir de un “encuentro predestinado”, decide crear un juego de citas excepcional. Está basada en la novela ligera de Maruto Fumiaki que, a la fecha, lleva ocho volúmenes publicados. El anime forma parte de la alineación invernal de este año. Se trata, a simple vista, de una historia tipo harem: un chico, de popularidad insospechada, rodeado de chicas hermosas que van resolviéndole la vida en el tortuoso camino para desarrollar una novela visual.
Megumi: el discreto encanto
Para desarrollar su idea, Tomoya no tiene más talento que el de ser un blogger casi profesional. No sabe dibujar ni escribir argumentos. Todo lo que tiene para ofrecer, al menos en un primer momento, es una emoción disparada por un evento fortuito: un día de primavera, a lo alto de una colina, una hermosa chica perdió su boina al viento. Esa sola imagen que, de alguna manera, condensó sus sentimientos, sirvió de motor para Tomoya. Lo interesante es que la hermosa desconocida no es otra que Megumi Katō, compañera de clases de Tomoya desde el año anterior.
Tomoya no habría sabido jamás que Megumi era la protagonista de su sueño si ella misma no hubiera decidido agradecerle el gesto de devolverle la boina aquel día. A diferencia de él, que es una de las “celebridades” de la escuela, Megumi es descrita como una chica ordinaria cuyo súperpoder, por así decirlo, es el de pasar casi completamente desapercibida.
Los siguientes dos episodios se enfocaron a la relación naciente entre Tomoya y Megumi: uno tratando de educarla para ser la protagonista de su sueño y ella dejándose conducir con una mezcla contradictoria de curiosidad, resistencia, entusiasmo y apatía. Tomoya la ve –así lo dijo– como un personaje inacabado, pero yo no podría estar en mayor desacuerdo. Megumi es una chica vivaz e inteligente, con un encanto que brota de alguna manera en sus ojos adormilados y su voz cansina.
Tomoya: el otaku incapaz de percibir sutilezas
Para Tomoya, que la chica de su fantasía se revelara inmediatamente como alguien cotidiano parece significar un verdadero conflicto. De lo contrario, no me explico por qué insistió tanto en negarle brillo a su experiencia real y busca tan afanosamente convertir a Megumi Katō en una heroína bidimensional. Ella lo permite y participa, claro está, pero no sin cierta crítica: sabe que Tomoya no la ve directamente; que, por alguna razón, necesita transformarla en otra cosa. Aquí, el título de esta historia nos da una clave: los caracteres 彼女 se traducirían habitualmente como novia, pero la lectura sugerida en katakana es heroína. La posición ambigua en que Tomoya la coloca desde el principio me pone a pensar en las posibilidades. Es claro que vio algo en ella en ese momento que llama predestinado. Es obvio que sigue redescubriéndolo con cada experiencia que comparte. Por otro lado, es evidente que ella misma está asombrada con las reacciones que es capaz de causarle y ese es, quizá, uno de los elementos que motivan su curiosidad. Se trata, probablemente, de algo que Megumi tampoco sabe de sí misma.
Y es algo que, al menos de momento, ninguno de los dos es capaz de nombrar. Yo lo llamaría naturalidad.